sábado, 28 de abril de 2012

Los siglos oscuros

Durante las próximas semanas iniciaremos una serie de artículos bajo el lema "Grandes imperios". Principalmente hablaremos de aquellos imperios que surgieron en el Sudán Occidental y Central, dejando para más adelante los estados del África ecuatorial, austral y oriental. 
A fin de entender cómo fue posible el surgimiento de estructuras políticas y culturales de este tipo, es importante colocar algunos precedentes que ayuden a entender el dinamismo y riqueza de esta zona en la que se desarrollaron algunos de los imperios más resplandecientes de la Historia africana.
Por ello, nos hemos propuesto introducir el escenario anterior a estos imperios, así como algunas nociones de utilidad para su correcta comprensión. 

¿Qué son los siglos oscuros?
La historiografía ha tendido a señalar el período comprendido entre el nacimiento de Jesús -y los tiempos inmediatamente anteriores- y el siglo VII como siglos oscuros. Actualmente, esta denominación sirve para señalar un lapso de tiempo que nada tiene de oscuro además de sus protagonistas. La dificultad que entraña el estudio de este período radica principalmente en la escasez de fuentes de las que disponemos.
Aquellos fueron unos años en los que África apenas era conocida por el resto de civilizaciones, cuyos principales contactos sucedían en el norte del continente, donde fenicios, griegos y romanos pugnaron, cada cual en su momento, por controlar la franja costera y asegurarse su explotación.
En estos siglos, los dos colosos del momento, Egipto y Nubia, se encontraban en un proceso de disgregación que parece haber menguado la cantidad de intercambios regulares y, en palabras de Ki-Zerbo, civilizadores (a la vez que empujaban a grupos de emigrantes hacia el interior del continente).

La inicial oscuridad que se cierne sobre estos siglos no debe llevarnos a un equívoco y a señalar una importancia menor en el desarrollo de la Historia africana. Todo lo contrario. Estos siglos, pese a contar con una lista de testimonios inferior a los posteriores, fueron esenciales en el surgimiento del África Negra.
Las migraciones al sur del Sáhara, que se tradujeron en una riquísima y abundante mezcla de pueblos, fueron decisivas en este sentido. Como señaló Greenberg, no sin oposición, las relaciones entre las diferentes lenguas del continente atestigua un movimiento dinámico de su población, algunos de los cuales se produjeron durante estos siglos.
Fue un momento de comunicación y difusión de ciertas técnicas y culturas que colaborarían en la formación de sociedades más poderosas, mejor organizadas y más refinadas.

Nos encontramos en la antesala del inicio de los grandes siglos del África negra, en el umbral de un mundo rutilante y magnífico, un tiempo en el que los grandes imperios africanos nada tuvieron que envidiar a los europeos.

Estos siglos, pese a denominarse oscuros, vertieron haces de luz donde las costumbres, ideas y personas actuaron como motitas de polvo transportadas en su interior. Se plantaba entonces una semilla que haría aflorar imperios de donde antes habían clanes.  

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